Canallada es lo propio del canalla y canalla significa miserable, mezquino y codicioso. El titular de este escrito no es, por tanto, exabrupto sino descripción. ¿O acaso no se comporta de manera avarienta, ruin y mezquina la Unión Europea (con destacado protagonismo de Alemania), Banco Central Europeo y FMI en los llamados “rescates” de los países europeos más endeudados?
Porque los rescates en realidad traspasan la deuda contraída por el sector privado a los gobiernos, es decir, a los ciudadanos. Y todo bajo el manto de la austeridad. El Nobel de economía Joseph Stiglitz, aunque admite que se tomen algunas medidas de austeridad, considera que la histeria de la Unión Europea por la austeridad fiscal no es el camino. Y los rescates sólo empeoran el problema. Porque no rescatan nada, salvo a los bancos. Ahí está Grecia, sin ir más lejos, que ya va por su segundo rescate y no ve la luz ni en pintura. Y sí mucho sufrimiento de la mayoría ciudadana.
Como hizo España, Grecia recortó y recorta ahora (con bastante mayor volumen que en el caso español) salarios de funcionarios y trabajadores de empresas públicas, suprime 150.000 empleos, aumenta el IVA, cerrará escuelas, recorta la sanidad pública, suprime inversiones estatales, privatizará empresas públicas… El gobierno griego venderá casi todo el patrimonio público, miles de millones de dólares de activos estatales, aeropuertos, autopistas, otras empresas, bancos públicos, bienes raíces, licencias de juego… Para recaudar fondos y así contentar a los codiciosos prestamistas internacionales.
Stiglitz considera que tanto Estados Unidos como Europa toman una vía errónea al imponer políticas de austeridad, pues así no consigue la recuperación económica sino todo lo contrario. Es más, las autoridades europeas con su austeridad impuesta entregan Europa a la banca y la condenan a la servidumbre de la deuda por tiempo y tiempo.
A más abundancia, recordemos que el Departamento de Asuntos Económicos y Sociales de Naciones Unidas propone en un reciente informe que “los gobiernos han de reaccionar con prudencia ante las presiones para que adopten medidas de austeridad, si no quieren arriesgarse a interrumpir la recuperación de la economía”. Como se ha comprobado, “las medidas de austeridad adoptadas por España y Grecia a causa del endeudamiento público no solo amenazan el empleo en el sector público y los gastos sociales, sino también convierten en más frágil e incierta la recuperación económica”.
¿Cómo diablos quieren que la economía se recupere si la decapitan?
Aunque el de Grecia sea el caso más dramático, lo expuesto sirve para todos los países europeos a los que se les impone austeridad y recortes a ultranza como España, Irlanda y Portugal. España ha sido elogiada por sus medidas de austeridad por el FMI, Banco Central Europeo y la Unión Europea (y los españoles deberían estar muy preocupados por eso), pero no disminuye el enorme paro (el más elevado de la Unión, casi 21%) ni aumenta la demanda interior ni se vislumbra que la economía despegue aunque, para simular que el camino emprendido es correcto, cada mes se hacen ejercicios malabares para dar sentido positivo a las implacables cifras económicas.
¿Quién gana con la austeridad, con los rescates? La banca.
Los gobiernos que recortan disponen de más dinero para abonar la deuda pública (la mayoría en manos de la banca y entidades similares) y también para proporcionárselo a los bancos que, por cierto, se deben mucho dinero unos a otros. Por tanto, el dinero logrado con los recortes (que vulneran derechos ciudadanos) va a parar a manos de la banca.
Y aclaremos ya que el déficit no es causa de la crisis ni tampoco lo ha sido una mala gestión fiscal, como se pretende. La crisis ha sido causada por la codicia e irresponsabilidad desregladas de los bancos, fondos de inversión y otras entidades financieras de similar calaña. Eso sí, con la fiel complicidad de los bancos centrales que solo han tomado medidas en beneficio de la banca. Y ahí siguen.
En cuanto a los rescates, Joseph Stiglitz es contundente (como cientos de economistas que no dependen de banco alguno): “No es rescate, sino protección de los grandes bancos europeos”.
Lo de los rescates ha sido sintetizado de modo diáfano por el economista Marco Antonio Moreno: “Las medidas de austeridad implantadas a la fuerza sólo están destrozando a la sociedad y a los países que no pueden cumplir con los pagos que se le exigen. Todo ha sido un fracaso”.
Pero de recuperación económica, ni flores. Y, si no hay verdadera recuperación económica, ¿por qué aguantar todos esos sacrificios? Es tiempo de desobediencia civil.